Viernes, 22:30 de la noche y no nos dejan aterrizar porque una fuerte tormenta está azotando Zúrich. En mi mente empiezo a visualizar la película «La tormenta perfecta» cuando pienso que a la mañana siguiente tengo que atravesar un lago en el que desemboca un río proveniente de un glaciar. A los nervios propios de una travesía le sumo los de la temperatura y una posible tormenta. Así que cuando pongo mi primer pie en Zúrich mi sensación es un poco de desasosiego.

Nada más salir me encuentro a Reto esperándome. Es el anfitrión que me ha asignado la organización (¡¡mil gracias por todo, Reto!!) y ha ido al aeropuerto a recogerme. Vamos hablando hasta su casa y esa conversación relaja mis nervios.

A la mañana siguiente Roger, del equipo suizo, viene a recogerme y vamos hasta el lago. Nuevamente la conversación y las risas ayudan a mantener la mente tranquila. Un registro rápido y sin incidentes confirma la fama de buena organización centroeuropea. Hechos los trámites, llega la mejor parte, el momento del reencuentro. Vuelvo a ver a amigos suizos, israelíes y daneses de otras competiciones y por un rato hasta me olvido que vamos a hacer una travesía. Pero llega el momento en que hay que nadar. Hacemos previamente una sesión grupal de calentamiento en seco y tras recibir las instrucciones empezamos a bajar las escaleras al lago.

Cuando meto el pie en el lago y compruebo que la temperatura es perfectamente asumible, siento cómo me invade una sensación de optimismo. Eso, sumado a la alegría de haberme reencontrado con los amigos previamente y un día soleado espectacular, me hace llegar a ese estado en el que no te cabe duda de que todo va a salir bien.

Gafas puestas, reloj GPS encendido, deseos de buena suerte en varios idiomas y ¡¡empezamos el cruce del lago!! Todo va bien. Voy avanzando y el reloj me avisa de que ya llevo los primeros 500 metros, más carga de optimismo por la sensación de hitos parciales cumplidos. A medida que avanzo voy notando que la corriente del lago me desplaza a la izquierda, así que trato de buscar la forma de compensarlo. Referencias en otros nadadores, barcas o incluso el sol y al final con 300 metros extra por haber zigzagueado, pero alcanzo la otra orilla con una calurosa bienvenida por parte de los demás nadadores, la mayoría de ellos desconocidos.

Superada la prueba deportiva, viene el momento social. Un brunch, la entrega de medallas, una tarde en el lago y una cena en uno de los mejores restaurantes hindúes de Zúrich fueron el marco perfecto para disfrutar con lo que llamo «la familia nadadora internacional», que nos vamos reencontrando cada vez en un país,  amigos que a pesar de la distancia quiero mucho y tengo siempre muy cercanos. Además de conocer a mucha gente nueva que espero poder seguir viendo en próximas competiciones.

En resumen, da igual lo fría que sean Zúrich y sus aguas, que mientras siga teniendo a estos fantásticos anfitriones, será un lugar confortable. Eso sumado a la buena organización de la prueba,  garantiza que el año que viene estemos allí otra vez con más nadadores de GMadrid Sports.

Bis nöchscht Johr, Tsüri!