Voy de camino del Real Canoe C. N. y voy temblando. Mi primera competición. El viaje desde Seseña nunca se me ha hecho tan largo. Me digo a mi mismo: «Víctor, ¡concéntrate!». Repaso mentalmente: «No des panzazo en el agua, estírate todo lo que puedas, no te quedes lejos de la pared en los virajes, respira cada cuatro brazadas, ritmo rápido…». Ufff, me descalifican seguro.

Llego al Canoe. Me sorprende ver que los vestuarios son gigantescos y están vacíos. ¿Dónde está todo el mundo? Pronto lo descubro: la piscina está abarrotada con los calentamientos. Mis compañeros han cogido un buen sitio en las gradas para seguir las pruebas. Me dirijo a la piscina para practicar al menos un par de salidas y unos cuantos virajes. Llego donde está nuestro capitán y debe notar que estoy nervioso porque se preocupa por tranquilizarme. Lo sé, es una competición Master y aquí entra todo el mundo. ¿Por qué iba a estar yo aquí si fuera de otra forma? Jajaja.

Venga, me subo al poyete de granito y me tiro en un hueco que veo en la calle. Me sorprende la profundidad que tiene la piscina en la parte del fondo. Pero no me tranquiliza estar ya en el agua. Esta piscina tiene historia y a saber la de campeones de España que han salido de aquí.

La salida bien. Los virajes, regular: no le pillo la distancia, juraría que esa T no está donde tiene que estar. Tres virajes fallidos de cuatro, y me salgo para no ponerme más nervioso. En nuestra piscina me habían salido todos, por  lo que espero que luego me salgan. Me voy a las gradas y a esperar. Miro cómo son el resto de nadadores y hay un poco de todo: gente muy preparada físicamente y otros no tanto; gente joven y gente muy mayor. Está claro que aquí cabemos todos/as.

Empieza la competición y mis nervios aumentan. Momento de pánico. Pregunto a alguien si es tarde para salir corriendo. Está claro que lo es. Veo cómo mis compañeros empiezan a competir cada uno en sus pruebas. Se van con sonrisas y vuelven con sonrisas. Me doy cuenta que están disfrutando y que tengo que disfrutar yo también. Me avisa mi capitán de que tengo que empezar a moverme hacia la piscina. Menos mal que Gallar viene conmigo. Me da un truco para tranquilizarme: «Concéntrate en la temperatura del aire al respirar, frio cuando entra, caliente cuando sale», me aconseja. Lo hago y consigo tranquilizarme.

Esperando a que nos toque, Gallar empieza a hablar con el señor de 82 años que nada en nuestra serie. Lleva 4 años nadando y nos dice que no se pierde una. Me tranquiliza un poco más, porque vuelvo a constatar que lo importante es disfrutar de esta experiencia.

Bueno, nos toca.

—¿Víctor?

—Yo.

—Calle 5.

—Gracias.

Me voy para mi calle y hay una árbitra esperándome. Me pregunta mi nombre y me desea suerte. No sé si le doy las gracias o no. Me tiembla todo. Estoy bloqueado, no me acuerdo de nada de lo que tengo que hacer. ¿Qué tengo que nadar ahora? ¿Braza? Me digo a mi mismo: «Víctor, salida de braza, ni se te ocurra hacer la de crol. No te subas que te descalifican. Espera el pitido largo».

Escucho una serie de pitidos, no sé si eso ha sido largo o no. Veo al nadador de la calle de al lado que se sube. Pues venga, allá voy. Me subo y me coloco. Hay mucho ruido. Piden silencio a las gradas para poder dar la salida. Baja el ruido. Escucho al fondo: «¡Gallar! ¡Víctor!». Sí, os he escuchado chicos; os saludaría pero ahora no puedo.

            —¡Preparados! («Víctor, ni pestañees»).

Escucho el pitido y me tiro al agua. Se hace el silencio. No se oye nada. Aquí solo hay tranquilidad. Por un momento se me olvida a qué he venido. Braza, eso era. Patada de mariposa, brazada subacuática, patada de braza y… ¡mierda, estoy profundo aún! Me estiro hasta sacar la cabeza y a nadar. Me doy cuenta que los dos de las calles de al lado van por delante de mí. Aprieto un poco más. Casi a punto de llegar a la pared para hacer el viraje me analizo y me doy cuenta que estoy nadando fatal: ni deslizo, ni me estiro, ni me agarro bien al agua. Hago el viraje y sale regular. Bueno, ya no se puede hacer nada. Sigo tirando. Casi hacia la mitad de la piscina me doy cuenta que me quedan muchas fuerzas aún y empiezo a subir la frecuencia para darlo todo. Los de la calle de al lado ya están llegando, a esos no los pillo ya. Llegué. Sí, vaya ruina, la concentración no me ha servido para nada. Pero estoy contento. Ya no tengo nervios.

Espero a que me dejen salir y de camino a las gradas escucho que han descalificado a dos. No he escuchado calle 5. Siento alivio, la verdad. Llego a las gradas y todo el mundo me da la enhorabuena. ¡Que majos son todos! He nadado fatal y aun así me animan. ¡Qué pedazo de equipo tengo! Hasta la siguiente prueba me toca disfrutar de mis compañeros. Risas, fotos, postureo, comentarios, mira ese de ahí que cuerpazo, que chulo ese tatuaje… nuestras cosas.

Siguiente prueba, 50m libres. En esta nado con Matteo. Los dos novatos. Nos falta ir juntos de la mano.

            —¿Víctor?

            —Yo.

            —Calle 3.

            —Gracias.

Me voy para mi calle y hay otra árbitra simpática esperándome. Me pregunta mi nombre y me desea suerte también. Ahora estoy más tranquilo que la vez anterior y todo parece ir más rápido. En las calles 1 y 2 hay dos jovencitos cuadrados… fijo que estos se han confundido al poner los tiempos. Matteo a mi izquierda. Pitido largo y me subo a la plataforma.

            —¡Preparados! («Víctor, ni te muevas»).

Escucho el pitido y me tiro al agua. Nada más entrar en el agua me fijo que los dos cachas ya van por la mitad de la piscina. ¿Pero estos cuándo han saltado? Salgo a la superficie y veo que Matteo ya me ha adelantado también. «¡Venga que quedas el último!». Voy bien, intentando no quedarme atrás. Se acerca la pared, me pongo nervioso. Los cachas ya vienen de vuelta.

Viraje y… mierda, ¿dónde está la pared? Consigo tocarla con los dedos de los pies, por lo menos no me descalifican. Pero apenas me empujo. Ahora a darlo todo. Me doy cuenta que no he movido casi los pies hasta ese momento. Sigo apretando para intentar coger a Matteo. Los cachas ya estarán en el pódium con sus medallas. Por fin llego. Los últimos metros muy bien, pensé que volaba. No sé si al final conseguí alcanzar a Matteo o no.

Alguien me dice que me han descalificado, bueno, podría ser. A estas alturas ya me da igual, estas cosas son de entrenar durante mucho tiempo para poder mejorar un solo segundo. Yo estoy contento y me lo estoy pasando genial.

Sólo queda esperar hasta el final de la prueba para nadar los relevos. Un regalazo que nos ha hecho Martín. Vamos a nadar con las chicas internacionales de la sección. Tenemos que estar a la altura. Las pobres, ¡no saben cómo les vamos a destrozar los tiempos!

Llegó el momento, última prueba: 200 estilos, relevos, mixto.

—¿GMadrid +120?

—Nosotros.

—Calle 6.

—Gracias.

Esto va muy rápido, cuando me quiero dar cuenta Marina ya está en el agua preparada para nadar sus 50 espalda. Me han dicho que no me suba hasta que ella llegue a la pared. Dan la salida y sale perfecta, como siempre. Antes de que me dé cuenta ya está llegando a la pared para hacer su viraje. Esta chica es la caña, ¡qué rápida! Me subo al poyete, voy cogiendo la posición. Marina se acerca. Veo una cabeza que asoma por la derecha, es la juez que quiere ver si salgo bien. Toca Marina y salto.

Ahora sí estoy más concentrado, salida de braza mejor que la anterior. Voy fuerte y escucho a mis compañeros animarme cada vez que saco la cabeza del agua. Acelero cuando me acerco al fondo de la piscina, están todos allí animándome. Hago el viraje, no me sale mal del todo y sigo tirando hasta el final, con fuerzas y ganas. Llego al final y noto como alguien salta por encima de mí. Es la jefa, está nadando mariposa. ¡Qué fuerza tiene! Si soy yo estoy muerto a mitad de la piscina. Me salgo del agua rápidamente para poder animar desde arriba. Raquel va muy bien, ya viene de vuelta. Matteo está preparado para saltar. Llega Raquel y Mateo salta. Le animamos todo lo que podemos. Va rápido y parece que tiene bastantes fuerzas. Nosotros desde un lado, los compañeros desde el otro extremo de la piscina.

Acabadas las pruebas ya estoy mucho más relajado, sólo nos queda decidir dónde nos tomamos las cañas y celebramos lo bien que nos lo hemos pasado. Finalmente, mi sensación después de las pruebas es que podría haberlo hecho mejor. Pero los tiempos al parecer han sido buenos. Buenos para una persona que lleva un año nadando, claro. Lejos de salir agotado de este día maratoniano, salgo con las pilas cargadas con ganas de seguir entrenando y mejorando. La piscina me gusta, los entrenamientos también y sin duda, las competiciones le dan un toque especial a todo este esfuerzo.

Si algo he aprendido de todo este día es a disfrutar de mis compañeros y a no ser tan exigente conmigo mismo. Les doy las gracias a todos ellos por dejarme disfrutar de este momento y hacerme sentir como un miembro más de esta familia y sobre todo a mi chico, que me acompaña y me aguanta en todas estas locuras.

Víctor